Suiza es conocida por muchos elementos distintivos. Pero más allá del queso y la chocolatería, el destino helvético tiene secretos muy bien guardados.
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Tuvimos la oportunidad de descubrir dos de sus tesoros: Lausanne y su hospitalidad. Ambos se encuentran íntimamente ligados y demuestran esta mancuerna perfecta en cada uno de sus rincones.
Desde el siglo pasado, la pequeña ciudad ubicada al noroeste de Ginebra es conocida por sus artes hospitalarias debido a la llegada de turistas que se maravillaban con los paisajes despejados, el tranquilo azul del lago Lemán y la grandeza de los Alpes franceses.
Quizá no haya mejor lugar para situar una de las escuelas de hotelería más prestigiadas del mundo. École hôtelière de Lausanne (EHL) abrió sus puertas para la celebración de su aniversario 125 y conocimos su savoir-faire hospitalario en sus centros gastronómicos operados por los mismos alumnos.
Su restaurante Le Berceu des Sens ha sido reconocido por la guía Gault-Millau. Es la joya culinaria de EHL con platillos como foie gras a la parrilla con puré de remolacha, manzana jazz y gomashio de avellanas.
Dirigida por Michel Rochat, la institución se enorgullece de su cava con vinos provenientes de todas partes del mundo, principalmente de Lauvaux, una región vinícola a unos cuantos kilómetros de EHL. Desde luego, no podíamos quedarnos sin visitarla.
La zona de viñedos de Laussane enamora. Son pocos los vinos que se exportan internacionalmente, su secreto permanece en las pequeñas terrazas que permiten degustar una copa de vino blanco, su especialidad, a las orillas del Lemán.
Dicen que una visita a Suiza no está completa sin un buen chocolate. Nosotros nos dirigimos a La Chocolatière, un rincón con sabor a auténtico cacao perteneciente a Mercedes Assal, exalumna de EHL. Cada una de sus creaciones se deshace fácilmente en el paladar y son los clásicos del chocolate como trufas y pralinés, los más solicitados por su clientela.
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Es mucho lo que Lausanne puede ofrecer a quien decida visitarla, entre sus pintorescas avenidas se presiente su encanto acogedor y se comprueba al sentarse en una de sus pequeñas cafeterías para beber un espresso acompañado de un pain au chocolat.