Luego de meses de silencio, finalmente Tudor presentó su primera pieza del año, el nuevo Tudor Black Bay Fifty-Eight en azul marino. No decepcionó y, por el contrario, ha recibido las mejores críticas en la industria al ser un modelo de alta complejidad técnica, precio accesible, estética atemporal y versatilidad insuperable.
Escuchen bien, hombres: esta pieza creada bajo la firma hermana de Rolex combina como ninguna otra con un look formal o uno casual, es decir, es un reloj para el uso diario de aquellos que apreciamos el estilo y la calidad de los accesorios masculinos.
Para evaluar una pieza, no hay mejor remedio que someterla a una dura prueba en carne propia. Llevo un mes con el Tudor Black Bay Fifty-Eight “Navy Blue” en la muñeca izquierda con la simple idea de revelar los pros y contras de una pieza que representa la continuidad de la larga tradición de relojes deportivos azules de Tudor, una firma nacida en 1926 cuando Hans Wilsdorf, fundador de Rolex, registró por primera vez el nombre “The Tudor”.
De entrada, me resulta evidente que no es un reloj llamativo para la mayoría de las personas, sin embargo, roba las miradas de aquellos ojos educados que aprecian la alta relojería. No es para menos, si bien la caja de acero inoxidable es de unos discretos 39 milímetros de diámetro –proporciones típicas de la década de 1950–, la esfera abombada junto con el bisel y la esfera en azul marino son una combinación difícil de vencer. El azul y el color del acero son, sin lugar a dudas, de las mejores combinaciones en el mundo de la alta relojería.
Puedo también asegurar que es un reloj ideal para muñecas más delgadas, para aquellos que prefieren guardatiempos más compactos y, por supuesto, para entusiastas de las referencias a estéticas del pasado. Si bien es de acero inoxidable 316L, resulta muy ligero y cómodo para las actividades diarias y quita ese siempre-presente-pendiente de estar cuidándolo de rayaduras gracias a su alta resistencia.
El azul marino no es casualidad en este modelo, por el contrario, tiene un significado especial para Tudor. En 1969, la marca presentó su primer reloj de submarinismo con esfera y bisel azules y fue tal el impacto en los consumidores que la industria lo empezó a llamar el “azul Tudor”. La combinación de colores fue tan poderosa que, incluso, la Marina francesa la adoptó para sus relojes de submarinismo que la firma de Ginebra les surtió durante la década de 1970. El “Navy Blue” se volvió parte del imaginario colectivo.
Al diseño de la caja se suman otros detalles irresistibles, como las agujas “Snowflake”, características en los relojes de buceo de Tudor. Su revestimiento fluorescente de grado A Super-LumiNova® les permite funcionar debajo del agua a la perfección.
Otro detalle increíble son sus tres opciones de correa con las que uno puede adquirir el modelo: la primera –mi favorita– es de tejido de Jacquard azul con banda plateada; la segunda, de tacto suave; y la tercera es el clásico brazalete de acero remachado. Cualquiera de las tres funciona con cualquier look, de día o de noche, sin embargo -en lo personal-, me parece que la correa de tela ofrece un estilo único, más personal y de espíritu vintage.
De hecho, la correa de tejido se ha vuelto uno de los rasgos distintivos de Tudor en la última década al ser de las primeras marcas de relojes en ofrecerlas con sus productos. Es elaborada por Julien Faure, una empresa familiar con 150 años de tradición, en telares de Jacquard del siglo XIX en la región francesa de Saint-Étienne y ofrece una calidad de fabricación y una comodidad extraordinarias.
Al interior del Tudor Black Bay Fifty-Eight “Navy Blue” late el calibre MT5402, de manufactura propia, que ofrece funciones de horas, minutos y segundos. Su diseño te garantiza resistencia, longevidad, fiabilidad y precisión. Obviamente, este calibre cuenta con la certificación de cronómetro por Control Oficial Suizo de Cronógrafos (COSC) y su rendimiento supera los estándares marcados por este instituto independiente creado para certificar el verdadero Swiss Made. Otro detalle del mecanismo es que su reserva de marcha permite moverse con libertad, digamos, en los viajes de fin de semana ya que dura 70 horas. Es ideal si te lo quitas un viernes por la tarde y te lo vuelves a poner el lunes por la mañana: no hay necesidad de darle cuerda ni de ajustarlo.
El nombre del reloj es otra historia que me gusta contar alrededor de este lanzamiento. El Tudor Black Bay Fifty-Eight “Navy Blue”, desde luego, hace referencia a su color azul marino, pero el nombre principal de esta pieza hace referencia al año (1958) en que se presentó el primer reloj de submarinismo de la marca que era todo un logro para la época. Presentaba una hermeticidad de hasta 200 metros y una corona llamativa, ideal para visualizarla a profundidad.
Y finalmente, algo que apreciamos los entusiastas de la relojería, es la confianza que tiene Tudor en la calidad de sus artículos. Por esta razón, la firma ofrece una garantía de cinco años en todos sus productos vendidos después del 1 de enero de 2020. No sólo eso, la garantía es transferible y no es necesario registrar la pieza ni someterlo a ningún mantenimiento. Además, me enteré que todos los productos Tudor adquiridos entre el 1 de julio de 2018 y el 31 de diciembre de 2019 pueden obtener una ampliación de 18 meses en su garantía, es decir, un total de tres años y medio. El servicio de mantenimiento que recomienda la marca es de una vez cada diez años, aproximadamente, en función del modelo y de la intensidad de uso que se le dé.
A un mes de usarlo todos los días, contrario a sus múltiples virtudes, sólo le encuentro un defecto al nuevo Tudor Black Bay Fifty-Eight “Navy Blue”: es tan espectacular la pieza que no me la quiero quitar ni un segundo, lo que ha provocado que el resto de mis relojes se escondan al fondo de mi armario.