Fue un recorrido largo, muy largo, para llegar hasta Vail. Por ahí de las 7:30 de la mañana, abordé el avión con destino a Atlanta. Fueron tres horas las que esperé, con entusiasmo, para aterrizar. Una vez ahí, aguardé mi conexión a Denver; mientras mi emoción por arribar, hasta el pequeño pueblito de Colorado, aumentaba.
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Después de más de una hora de espera, anunciaron la partida del vuelo a Denver, donde, nuevamente, viajé tres horas, impaciente por aterrizar. No hay vista más majestuosa que la que se ve desde el avión, pues grandes campos de color verde y amarillo, así como montañas rocosas, inundan el panorama para darte la bienvenida.
Summer Wonderland
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Una vez en el Estado, donde abundan los ríos, los valles y los cañones, tomamos una camioneta y recorrimos dos horas hasta Vail, un pueblito de cuento que debes visitar, por lo menos, una vez en la vida.
Construido en 1962, al estilo de una villa de los Alpes, ubicado en el centro oeste de Colorado, entre las Rocosas, es un edén del deporte, tanto en invierno, como en verano; así como la gloria del buen comer y el buen vestir. Sin duda, tiene algo que ofrecer para todos.
Solaris Residences
Después del prolongado trayecto, ya caída la noche, arribé a uno de los resorts de ski más extraordinarios del lugar: Solaris Residences, donde me alojé en mi propia residencia –claro, la compartí con una compañera-. Tres dormitorios, una cocina, un comedor y una sala, decorados cálidamente con un estilo alpino, me cobijaron durante toda mi estancia.
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Decoración alpina
Dejé mis maletas y me dirigí al Matsuhisa, enclavado un piso abajo del lobby, un restaurante japonés, bajo la autoría del chef Nobuyuki ‘Nobu’ Matsuhisa, que sorprende a los paladares más exigentes, dentro de un ambiente rústico, urbano y cálido. Mi experiencia fue inolvidable. Cada platillo superó al anterior, todo con ese sello de ‘excelencia culinaria’.
Obra del chef Nobu Matsuhisa
Al día siguiente, muy temprano, me dirigí al río Colorado, donde aprendí esa extraña técnica de pesca, llamada fly fishing. Fueron dos horas las que esperé, pacientemente, moviendo mi caña de un lado al otro de la lancha, con la esperanza de enamorar a algún pez con la brillante carnada. Todo dio fruto, pues pesqué una trucha blanca, especie que abunda en el lugar.
Contenta y motivada, pero un poco cansada, regresé al pueblo para disfrutar una exquisita hamburguesa en el Bully Ranch Restaurant, un restaurante famoso entre los visitantes por su cocina casual y de calidad excepcional.
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BRAVO
Esa noche corrió tranquilamente, pues tuve la oportunidad de gozar, al aire libre, el Festival de Música BRAVO!. Un concierto de música clásica, en el que brilló la participación del violinista prodigio Joshua Bell. Más tarde, disfruté una placentera cena en el comedor Flame, ubicado en el corazón del hotel Four Seasons.
¡Bon Appetit!
La mañana que le siguió fue un vivencia un tanto extraña, pero muy divertida, pues hice hiking acompañada de llamas –sí, esos animales ‘chistosos’ que en grupo guiábamos-. Al terminar el recorrido de un par de horas, degusté un picnic al estilo tradicional con sándwiches y pequeños bocadillos.
Hike it up
Al caer la tarde, por ahí de las 7:00pm, me reuní con los demás para vivir una cata de vino guiada por el sommelier Jeremy Campbell. De los cuatro espirituosos que probé, mi predilecto fue el Chablis La Chantemerle. Al terminar, me dirigí al restaurante Pendulum, cuyo estilo casual me dio la bienvenida para gozar un exquisito tagliatelle de langosta pochada, acompañado de un coctel Pendulum Spritz, una verdadera explosión de sabores.
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El último día de aventura comenzó, no menos intenso, en Adventure Ridge de la mano de Epic Discovery. Dispuesta a llevar conmigo lo mejor de Vail, recorrí las montañas, mientras descendí, entre los árboles, por siete tirolesas –jamás había visto la copa de los árboles desde tan arriba, con los pies tan ‘cerca’ de ellas-. Al bajar pude revivir mi infancia pues, en una especie de feria veraniega, me subí a una ‘montaña rusa’ desde la que, a bordo de un trineo individual, que aceleraba tanto como yo quisiera, gocé los paisajes de Lionshead. Mi parte favorita fue el famoso summer tubing, un deporte que también se realiza en invierno, en el cual, montada en una pequeña llanta, me deslicé por una gran resbaladilla de pasto. Sin duda, volví a ser niña.
7 tirolesas en 4 horas
Cansada pero no derrotada, tuve la suerte de experimentar una cata de cerveza en la Vail Brewing Co., donde los deportistas hacen paradas continuas para refrescarse del intenso calor. Más tarde, la cena de despedida se llevó a cabo en el Sweet Basil, un pequeño restaurante famoso desde su apertura, en 1989, por su extraordinaria cocina y ambiente chic. Jamás podré olvidar las delicias que ordené: un pulpo a las brasas exquisitamente cocinado y un linguini de azafrán, tan perfectamente logrado –cada sabor estaba en su lugar-, que casi limpio el plato.
Así, nostálgica por tenerme que despedir, me dirigí a mi cuarto, me recosté en la cama, y reconocí que el verano es el secreto mejor guardado de Vail.