Los dirigibles, que durante siglos han reflejado el espíritu inventivo de visionarios como Leonardo da Vinci y Julio Verne, están experimentando un renacimiento en la actualidad. Aunque nunca competirán con los aviones a reacción para viajes de larga distancia, sí ofrecen bajos costos operativos, requisitos de infraestructura reducidos y una producción de carbono significativamente menor.
Y las ventajas son particularmente pronunciadas en el campo de los viajes regionales, donde la creciente presión de los gobiernos y grupos ambientalistas amenaza con restringir el sector de los viajes aéreos comerciales.
Los dirigibles en el mercado
En un esfuerzo por anticiparse a futuras regulaciones, la aerolínea española Air Nostrum ordenó recientemente 10 aeronaves Airlander a Hybrid Air Vehicles (HAV) de Gran Bretaña.
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El Airlander 10, que se espera que sea certificado y volado comercialmente en 2026, puede transportar aproximadamente 130 personas y navegar entre 50 y 70 nudos utilizando helio no combustible para la flotabilidad y cuatro motores alternativos de queroseno para la propulsión, un sistema que quemará el 90% menos combustible que aviones de tamaño similar.
Y también estará configurado para el mercado de lujo, con un puñado de suites para complementar su capacidad de permanecer en el aire durante cinco días.
Luego está el cofundador de Google, Sergey Brin. Su equipo de investigación LTA (Lighter Than Air) tiene su sede tanto en Mountain View, California, como en el hangar Goodyear Airdock en Akron, Ohio, donde sus dirigibles Pathfinder tienen como objetivo promover la causa con nuevas tecnologías y cero emisiones.
“Pathfinder es un caso en el que alguien está dispuesto a correr riesgos y tiene todo el capital necesario”, dice Brandon Buerge, profesor asociado del Departamento de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad Estatal de Wichita y veterano de tres programas de aeronaves.
Si Pathfinder tiene éxito, Buerge pronostica inversiones considerables en el sector para aplicaciones como carga y viajes regionales.
Buerge compara su propia experiencia de vuelo en un Skyship 600, del proveedor británico Airship Industries, con estar en un yate.
“La proa del barco se elevaba sobre cualquier térmica y luego bajaba de nuevo, mucho más lento y más pacíficamente que un avión convencional”, dice. “Y si está inactivo, lo que no puede hacer en un avión de ala fija, es una experiencia mágica y tranquila que es muy diferente a la sensación artificial de volar en un tubo de aluminio”.
Atlas LTA Advanced Technology, con sede en Israel, está promocionando su Atlant 30 de largo alcance, que tiene capacidad para 20 pasajeros en 10 suites y también debería estar listo para volar en 2026.
“Tendrá la capacidad de aterrizar en cualquier superficie, incluida el agua”, dice El director ejecutivo de Atlas, Gennadiy Verba. “Esto es un verdadero yate aéreo”.
También jugando a la conexión marítima, al menos de nombre, está OceanSky Cruises. La operación sueca anunció recientemente una asociación con la empresa de yates y viajes experienciales Pelorus y está planeando un itinerario de 36 horas que llevará a los viajeros desde Svalbard, Noruega, hasta el Polo Norte a una altitud de 1,000 pies.
El viaje con OceanSky Cruises combinará camarotes exclusivos y alta cocina con vistas épicas a través de los pisos y ventanas de vidrio.
El cofundador Carl-Oscar Lawaczeck dice que los clientes iniciales pagarán 200,000 por la excursión en estos dirigibles, comparable al precio de los primeros vuelos espaciales del año pasado en Virgin Galactic y Blue Origin. Y él cree que los viajes en aeronave tendrán una prima antes de que se vuelvan más accesibles: “El extremo superior lidera el camino”.
Nota publicada previamente por BASEM WASEF en Robb Report US