
Existen hoteles que presumen abolengo y otros que ofrecen vistas impactantes. Se pueden encontrar con relativa facilidad alrededor del mundo. Lo que no es tan sencillo es hallar un alojamiento que reúna ambas cualidades. Argos in Cappadocia, en Turquía, es una prueba de que es raro, pero posible. Tan raro como asociar la imagen de un viejo monasterio con un alojamiento de lujo.
Sin embargo, este hotel lo consiguió. La renovación del monasterio ubicado en lo alto de la ciudad de Uchisar tomó 24 años y permitió materializarse a este establecimiento de fábula, en uno de los puntos turísticos más atractivos del país.
Argos in Cappadocia
Argos in Cappadocia es un caso de manual para la frase “una cosa llevó a la otra”. En principio, la idea del desarrollador de propiedades Göksin Illicali era transformar una serie de antiguas viviendas derruidas en un centro de hospitalidad de alto nivel. Cuando conoció este destino, en 1996, percibió la oportunidad enseguida, así que hizo los arreglos para comenzar a transformarlo.
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Sus planes crecieron cuando, durante la renovación, los equipos de trabajo descubrieron un monasterio con 2,000 años de antigüedad, llamado Bezirhane, además de casi seis kilómetros de túneles subterráneos.
Para restaurar todo, pusieron en juego la tradición arquitectónica local y formas antiguas de escultura en piedra, carpintería y herrería.

Más que sólo construir el hotel en uno de los enclaves turcos más atractivos, el propósito era dar vida a un alojamiento fuera de serie, capaz de cubrir las expectativas de sofisticación de los viajeros más exigentes, pero siempre con respeto por la estructura original. ¿La razón? Que Argos in Cappadocia se convierta en un atractivo y un legado para la ciudad. Salta a la vista que la misión fue un éxito.
La carga histórica del lugar quedó clara cuando las investigaciones revelaron que además de ser hogar de los monjes, Bezirhane alojó caravanas de camellos en la Ruta de la Seda, y fue también una fábrica de aceite de linaza. Hoy está en el centro del hotel y funge como sala de conciertos, reuniones y para bodas.




Argos in Cappadocia es sobresaliente y el entorno no va a la zaga. Decía antes que Cappadocia es uno de los puntos turísticos más atractivos de Turquía. Una búsqueda en Google Images explica porqué. Es un entorno forjado por las fuerzas de la naturaleza: la acción de agua, viento, lava y ceniza durante cientos de años —millones, en el caso de las dos últimas— creó un paisaje compuesto por montañas, barrancos, valles, y chimeneas de hadas, las peculiares formaciones rocosas ensanchadas en la parte más alta, cuyo origen son las erupciones volcánicas y su combinación con otros fenómenos naturales. Si a eso sumamos las construcciones subterráneas y los globos aerostáticos que suelen poblar el cielo, la vista es envidiable.
Ese es el panorama desde Argos in Cappadocia, cuyas 51 suites (divididas en siete mansiones) funden el lujo moderno con estructuras antiguas. Los materiales empleados en la decoración hacen juego con la piedra y la madera de la edificación original, cuyos aromas son parte de la identidad del hotel; además, sus texturas fueron imitadas con los materiales añadidos, para conservar la personalidad original. Si a ello se añaden chimeneas en casi todas las habitaciones, albercas privadas en algunas suites, restaurante con vista al valle y una cava bien surtida con vinos internacionales y de los viñedos del hotel, la oferta es cautivadora. Y completa, claro, una fórmula irresistible.