¿UN CUBREBOCAS DE ORO? SÍ, ES POSIBLE Y CUESTA MÁS 88 MIL PESOS

Un empresario en la India le pone su estilo a la cuarentena con un cubrebocas de oro que no sabemos si protege de los virus, pero sí hemos visto como se vuelve viral.

La creatividad desbordada en los tiempos de cuarentena ha dado origen, entre muchas otras cosas, a una gran variedad de diseños de mascarillas, desde las eléctricas de Xiaomi, hasta las elaboradas por las casas de moda o el primer cubrebocas inteligente fabricado en Japón.

Sin embargo, en estos días un nuevo modelo sui generis llegó a desplazarlos a todos por su excentricidad y brillo.

Hablamos del primer cubrebocas de oro del que se tenga noticia hasta ahora, que era portado por un empresario de la India que se ha vuelto tendencia en los últimos días en las redes sociales.

Cómo es el cubrebocas de oro

De acuerdo con la información revelada por Reuters, este cubrebocas de oro que podría ser el nuevo objeto de deseo que nos deje la pandemia, tiene un peso aproximado de 50 gramos y un costo cercano a los 3 mil 900 dólares, es decir, más de 88 mil pesos.

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El cubrebocas de oro tiene un peso de 50 gramos y un costo cercano a los 3 mil 900 dólares.

Sin embargo, presenta dos grandes inconvenientes para quien quiera hacerse de uno. Lo primero es que no está a la venta, fue un pedido especial de su dueño a un joyero que lo fabricó en tan solo ocho días.

El segundo es que no ofrece ninguna garantía de su eficacia protegiéndonos del virus. “Es una mascarilla delgada con pequeños agujeros para que no haya dificultad para respirar. No estoy seguro de si esta mascarilla será efectiva”, manifestó Shankar Kurhade, su portador, en un video.

El hombre dijo dedicarse a la construcción de cobertizos industriales, giro que le deja suficiente dinero para invertir en estos pequeños lujos hechos del material al que es aficionado: el oro, como se podrá ver no solo en su cubrebocas, sino también en sus anillos, cadenas y pulseras.

Si el cubrebocas de oro es seguro, conveniente o hasta políticamente correcto, no nos toca a nosotros definirlo, únicamente lo sumamos a la cada vez más larga lista de variaciones de un elemento que llegó para quedarse.