De Birdman a Badhombre: la transformación del músico mexicano Antonio Sánchez

Escuchar la música del mexicano Antonio Sánchez, quien se encargó de la banda sonora de Birdman, es una experiencia parecida a la que brinda sumergirse en un viaje en el metro de Nueva York. Uno puede perderse en el frenesí de la metrópoli que nunca duerme, al mismo tiempo que abrumarse por un sentimiento raro de soledad.

Y es que, al transportarse en el subterráneo neoyorkino, entre otras particularidades, uno podría pensar que no existe para los demás pasajeros: nadie te mira a los ojos y todos abstraen su mirada mientras suena la constante percusión de las ruedas metálicas y los rieles.

“Mi idea siempre ha sido que la música que hago suene como la ciudad, que transmita ese estrés y que la gente lo sienta y despierte”, cuenta Sánchez, sentado en la sala de su casa en el barrio de Jackson Heights, en Queens. “No podría sonar diferente porque es lo que he vivido”, afirma.

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Sánchez nació y creció en la Ciudad de México y llegó a Nueva York hace 21 años, tras concluir sus estudios en el prestigioso Berklee College of Music de Boston.

Es aquí, en la costa Este norteamericana, donde ha forjado una carrera exitosa en la escena del jazz que lo ha llevado, literalmente, a dar la vuelta a todo el mundo y a tocar con algunos de los mejores exponentes del género.

De todos ellos, probablemente el más influyente en su carrera es el guitarrista y compositor Pat Metheny, a quien Sánchez describe como su “padre musical” y de quien aprendió múltiples cosas desde que empezaron a colaborar, en 2000; de todas ellas, las más importantes son “su disciplina, su curiosidad artística y tener un estudio propio en casa para crear”.

Antonio Sánchez y Alejandro González Iñárritu

No es para menos su devoción por Metheny. Fue también gracias a su mentor que el cineasta Alejandro González Iñárritu le habló para encargarse de la música de la película ganadora del Óscar, Birdman, con la que se dio a conocer a nivel mainstream como un baterista excepcional.

“Iñárritu es muy fan de Pat Metheny. De hecho, yo descubrí a Pat porque él lo ponía en su programa de radio en México. Después empezamos a tocar juntos e Iñárritu vino a un concierto que dimos en Los Ángeles, en 2005. Antes, a Metheny le había fascinado Amores Perros y había hecho la conexión con él. Cuando nos conocimos, Alejandro me dijo que se le quedó muy grabado un solo de batería que hice durante el concierto. Y nos mantuvimos en contacto hasta que llegó la hora de hacer Birdman”, rememora.

Sánchez recuerda que el cineasta ya tenía muy claro, conceptualmente, lo que deseaba para Birdman, también conocido como La inesperada virtud de la ignorancia: “El quería improvisación y yo, por todo lo que he vivido, sólo seguí mis instintos y le dije ‘ahí te va’”.

“Para mí Birdman no significó abrir una puerta, sino hacerle todo un boquete al edificio. Eso me ha dado muchas oportunidades en esa industria”, reconoce Antonio, quien después de esa aventura cinematográfica no ha parado de recibir llamadas para musicalizar más películas.

Sobre su actualidad, el músico apunta: “Ahora estoy trabajando en dos producciones: una de Francia y otra que es una coproducción entre India y Estados Unidos. Está increíble, pero también se ha creado un estigma de que sólo soy un baterista y tengo que demostrar que puedo hacer otras cosas”.

Probablemente, gracias a la figura de Miles Davis se difundió el estigma de que los músicos de jazz son unos borrachos, adictos a la heroína y la cocaína. Pero no hay nada más opuesto a la vida sana y ordenada que lleva Sánchez, que se asemeja más a la de un atleta de alto rendimiento que a la de un bohemio: “Hago un poco de yoga al empezar el día y como sano; viajamos mucho y para la rutina que llevamos no puedes estar desvelado, necesitas estar al cien para cada concierto”.

Antonio Sánchez después de Birdman

Fue después de Birdman, en 2015, que pudo construir un estudio en el sótano de su casa, un lugar pulcro y muy luminoso enclavado en el barrio más cosmopolita de Nueva York, en el que se hablan más de 160 idiomas, de acuerdo con el último censo.

Abajo, en el sótano, donde se encuentra el “laboratorio”, el músico pasa horas como un científico loco tratando de encontrar ciertas atmósferas, intentando sacar un sonido que lo inspire a crear algo. “Es muy liberador estar aquí”, cuenta emocionado.

 
 
 
 
 
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El estudio es sencillo, pero no le hace falta nada: un par de ventanas de ventilación por las que entra poquita luz, la computadora en un escritorio, un teclado, la batería y una guitarra. “Es todo lo que necesito”.

Hay otra parte de su identidad que no pertenece exclusivamente a este espacio, pero que es imprescindible en su muñeca: un reloj Oris Aquis Big Day Date. Lo trae puesto siempre que toca la batería —contra la costumbre de varios de sus colegas—, sea en los escenarios o mientras está creando. “Muchos músicos se los quitan para tocar, pero para mí es importante. Necesito saber cuánto tiempo llevo tocando”.

Los relojes juegan un rol significativo en su vida: “Siempre me han fascinado, tengo una modesta colección porque pienso que es la manera más tangible de retener el tiempo, que es muy relativo. Además, me parecen piezas fascinantes, por su ingeniería. Y me gusta esa relación entre el tiempo y el ritmo: para un baterista no hay nada más importante que el ritmo”.

Sánchez, quien por cierto es nieto del actor mexicano
Ignacio López Tarso, está tratando de pasar más tiempo en su estudio que en
giras con otras bandas que acompaña. “He estado tocando toda mi vida —hace una
pausa y explica—. No quisiera que se me malinterprete: me gusta mucho tocar en
público y escuchar los aplausos de la gente, pero ahora me interesan otras
cosas. En un concierto es todo muy efímero, después de dos horas, todo acabó.
Ahora quiero dejar un legado grabado, cosas que la gente pueda seguir
escuchando”.

Actualmente, este talentoso mexicano se encuentra trabajando en la producción del álbum Bad Hombre Vol. 2 (el Vol. 1 fue lanzado en 2017).

“Bad hombre” es el nombre peyorativo que utilizó Donald Trump para referirse a los migrantes mexicanos. Antonio lo ha empleado como una alegoría de protesta contra la retórica racista del actual presidente de los Estados Unidos. Y, al mismo tiempo, lo usa como una especie de alter ego que le ha dado licencia para crear cosas muy diferentes a las que había hecho antes. “También es un juego de palabras: en la jerga del jazz, decir que alguien es ‘bad’ significa que es muy bueno; y luego está ‘hombre’, una sola persona, soy yo quien hace todos los instrumentos. Pero en este nuevo disco va a ser distinto porque estoy colaborando con otros músicos. Hasta ahora, están confirmados Lila Downs, así como Rodrigo y Gabriela”.

Si todo sale como espera, Antonio Sánchez estará estrenando disco a finales de este año. Tal vez el viaje ya no será en metro. Tal vez se asemeje más a entrar en el elevador de uno de esos rascacielos de Manhattan, un recorrido vertiginoso que, casi sin darnos cuenta, habrá dejado abajo la ciudad.

Texto por Raúl Vilchis / Fotos: Andrés Oyuela