A estas alturas, para nadie resultará una novedad saber que el mundo busca alternativas sustentables para todas sus industrias y la automotriz no es la excepción. En Mazda están alineados con esa misión —y con la búsqueda de crear autos que compartan los valores de sus clientes, cada vez más interesados en estos temas— y continúan dando pasos para cumplirla.
Como parte de este plan, han introducido en el Mazda CX-30 la tecnología mild-hybrid, que consiste en el empleo de dos motores, uno de combustión y otro eléctrico, con dos objetivos principales: uno dirigido al propietario del auto y otro de alcances más globales, con una visión ecológica. El primero es disminuir el consumo de combustible, un beneficio que como conductores podemos apreciar en el corto y mediano plazo (su rendimiento alcanza los 17.7 km/litro); el segundo, reducir las emisiones de CO2, un aspecto fundamental para el cuidado del planeta.
Cómo es el Mazda CX-30
El tren mecánico combinado del CX-30 Sport MHEV (Mild Hybrid Electric Vehicle) divide las tareas y permite que el motor de gasolina se haga cargo de lo relacionado con el desplazamiento, mientras que el eléctrico se encarga de asistir en el arranque y en funciones eléctricas, gracias a la energía almacenada por una batería ion-litio de 24V, instalada en ambos ejes. Esto ilustra una ventaja del mecanismo mild-hybrid: el auto no depende de la red de carga para regenerar la batería, pues los frenos tienen tecnología de recuperación de energía cinética. Pudimos comprobarlo durante una visita al Eje Cafetero y al Valle del Cocora, en Colombia, regiones de espectacular belleza natural, pero con caminos desafiantes que pusieron a prueba la capacidad del Mazda CX-30 Sport MHEV que, por supuesto, salió avante.
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A bordo de este SUV recorrimos varias carreteras en condiciones que plantearon una serie de retos diversos y gracias a las cuales pudimos certificar, por ejemplo, la capacidad de regeneración de la batería, a través del diagrama que la pantalla del auto despliega, para indicar los momentos en que sucede la retroalimentación.
Y en el corazón del Valle del Cocora, con sus senderos estrechos, rocosos, sinuosos, bajo una llovizna que enfangaba el paso y dificultaba todavía más las maniobras, quedó más que certificada la potencia del SUV, que conquistó sin chistar los complejos caminos de aquellas bellas regiones colombianas.
La recompensa tras superar el desafío fue un panorama natural privilegiado, de belleza exuberante, al que no demasiados llegan —tanto por lo difícil del trayecto como porque hasta hace no tanto el acceso a esta reserva natural estaba limitado por las autoridades—, distinguido por las palmeras más altas del mundo (la espigada palma de cera llega a superar los 60 metros de altura y es considerada un símbolo de Colombia) y por una neblina permanente que difumina el verde de las montañas que rodean el Valle. Este particular y hermoso sitio fue perfecto para terminar el recorrido por el que Mazda nos llevó a bordo del CX-30 Sport MHEV.