Si a Gorka Bátiz, cocinero fundador del restaurante que ahora lleva su nombre, le hubiesen dicho hace 20 años en el barrio de Getxto, en Bilbao, de donde es originario, que la rompería con un concepto de auténtica cocina vasca, pero a cientos de kilómetros, en la Ciudad de México, no se lo habría imaginado, menos del tamaño ni al nivel que se logró.
Y es que ahora Gorka Altamar, es uno de los restaurantes a visitar si se quiere probar algo diferente, pero de calidad, un lugar innovador, acogedor y honesto, que se ha vuelto ideal para cerrar negocios o relajarse del trabajo en una de las zonas más corporativas de la capital.
La propuesta auténtica de Gorka Altamar
Mientras sus compañeros salían a navegar en barcos de vela en el puerto de Portugalete, cerca de Bilbao, y presumían sus zapatillas de marca, Gorka Bátiz pelaba patatas en la parte más alejada de la cocina de Juan María Arzak, uno de los embajadores más revolucionaros de la cocina vasca moderna, quien ha puesto en el primer lugar mundial a los vascos como los mejores cocineros del planeta.
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Quizá, Gorka Bátiz sacrificó parte de su adolescencia, pero valió la pena porque esas andanzas lo impregnaron de sabiduría temprana y vocación culinaria.
“No se trata de ser innovador por sólo serlo en un restaurante”, nos cuenta el chef sentado en la mesa principal de una acogedora terraza enclavada en la calle de Monte Everest en el tradicional barrio de Las Lomas. “Es indispensable cocinar con cariño, fidelidad y respeto para nuestros clientes, esto es lo primero…”.
Con esta idea en mente, Gorka Altamar ofrece una carta que incluye desde unas clásicas croquetas hecha con la receta tradicional de la abuela, hasta una elaborada fabada montañeza, un solomillo al cabrales o el ya famoso soufflé de queso Idiazabal que se va vuelto el postre insignia de la casa.
Ubicado en Monte Everest 780, en Lomas de Chapultepec, este lugar puede recibir hasta 180 comensales repartidos entre un salón principal y una terraza interior semi abierta, ideal para el after-office, el precopeo o el antojo de algo distinto, auténtico, internacional.