Hacia finales de los 70 y principios de los 80 Piaget gozaba ya de una muy bien ganada reputación por sus relojes, pero sus clientes estaban demandando el poder llevar esa misma sofisticación y estilo al campo de los deportes, fue entonces que la Maison suiza creó algó único que se convertiría en un icono de su larga historia: el Piaget Polo, anunciado en su momento como “el mejor reloj deportivo del mundo”.
Yves Piaget, destacado ecuestre, cristalizó su amor por los caballos y la alta vida en esta creación, tan revolucionaria como elegante, que se convirtió en emblema del glamour de los años 80.
El Piaget Polo se encontraba igualmente en los clubes nocturnos de Nueva York (Regine’s, Studio 54, por nombrar sólo algunos) que en los clubes de polo de Palm Beach.
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Tal fue la popularidad del modelo que pronto apareció en una cantidad de variaciones: redondo, cuadrado, engastado, dorado bicolor, solo tiempo, calendario perpetuo… incluso apareció con una correa de cuero.
Piaget Polo 79
Ahora, 45 años después de su primera aparición, con parte de la celebración por el 150 aniversario de la Maison, este reloj de importancia histórica renace como Piaget Polo 79, volviendo a la expresión más pura del diseño original, aunque con algunas actualizaciones sutiles.
Desde el nombre, que quiere enfatizar el año en que surgió el reloj, esta pieza se mantiene lo más apegada posible al diseño original. El brazalete, la caja, la esfera, todo el reloj luce el patrón de gallo característico de la Maison y está completamente blindado en oro amarillo de 18 quilates, con un peso de sólo 200 gramos.
Se ha renunciado al calibre de cuarzo en favor del calibre automático ultrafino 1200P1 que se puede admirar a través del fondo de cristal de una caja ligeramente ampliada a 38 mm.
Los años setenta fueron testigos de la llegada de una serie de relojes deportivos, en su mayoría de acero, lanzados por algunos de los nombres más importantes de la relojería suiza. Sin embargo, no había nada como el Piaget Polo: una obra maestra del diseño moderno que concebía el cronómetro y el brazalete como un todo estético. Y en pleno oro. Por ello la alta expectativa y la emoción de tenerlo de regreso.