Por Javier Quesada
En 1948, un broche con forma de pantera cimentó el romance de Cartier con la estilizada silueta de este felino salvaje. Un año después adornaba la solapa de uno de los grandes íconos del siglo XX: la duquesa de Windsor, quien, junto con la francesa Daisy Fellowes, socialité casada con el banquero británico Reginald Fellowes (primo de Winston Churchill), y la norteamericana Barbara Hutton, la mujer más rica del mundo, componían la “sagrada trinidad” entre la clientela de la Maison francesa. Las tres eran íntimas amigas de Jeanne Toussaint, directora de alta joyería de la casa y amante de Louis Cartier, nieto del fundador de esta legendaria firma joyera creada en París, en 1847, por Louis-François Cartier.
En los años 80, Cartier decide rendir homenaje a Toussaint, a quien apodaban con el sobrenombre de Panthère, creando un reloj que, además de un guardatiempos, era también una joya. Tres décadas más tarde, la casa apuesta por recuperar las formas sinuosas y levemente felinas de este clásico, pero adaptado al zeitgeist contemporáneo. Pierre Rainero, director de Imagen, Estilo y Patrimonio, de Cartier, nos explica en exclusiva, en uno de los salones de la firma en el SIHH de Ginebra, el origen de este lanzamiento. “Hay diferentes niveles detrás de esta decisión. Por una parte, es una decisión estética, pero también una resolución tomada a partir de nuestros clientes que querían una reedición de este clásico: las madres se lo habían dejado a sus hijas y las hijas querían llevarlo en una versión actualizada”, aclara. “Este reloj es el epítome de lo que se conoce como una pieza de joyería, porque está muy asociado al oro amarillo (aunque en muchos países el oro rosa es el rey). Pero hay otro elemento detrás, y es la idea de volver a los relojes femeninos más sencillos, que no son piezas de alta joyería; queríamos volver a una forma como ésta”.
Rainero considera que el nuevo Panthère ejemplifica a la perfección el espíritu de los tiempos en el universo del lujo, especialmente en una casa como Cartier. “Es una manera de acercarse a una generación más joven. Las nuevas generaciones no saben menos de lujo que sus predecesoras, al contrario: en un mundo donde el lujo es extraordinario y hecho a mano, las nuevas generaciones lo aprecian más y lo reconocen mejor”. Especialmente, añade, en el caso del mercado femenino. “Es interesante, porque hay países, como México, donde ellas son grandes conocedoras (me impresiona el amor que hay en Latinoamérica, sobre todo en México, por la Alta Relojería; el SIAR es un buen ejemplo). Hay también mercados, como Singapur, donde existen revistas femeninas dedicadas exclusivamente a la Alta Relojería. Pero es también una cuestión de madurez. Hay clientas que, aunque saben mucho de complicaciones, prefieren los relojes de cuarzo, por conveniencia, y se sienten libres de utilizar el reloj que necesitan en cada ocasión, sin estar obsesionadas por ciertas convenciones dictatoriales. Se pueden disfrutar ambos relojes: las grandes complicaciones y los básicos que puedes llevar a diario. Hay distintos niveles de evolución”, señala.
Trabajar como guardián del legado de una casa legendaria con 170 años de historia imprime una visión muy concreta de lo que es el lujo hoy y, sobre todo, lo que será en un futuro próximo. “Es una cuestión muy delicada porque en toda industria, especialmente en la del lujo, hacer una previsión de tres o cuatro años es un reto. Pero veo dos rutas a seguir: la primera es mantener los criterios y actuar de acuerdo a la idea de lo que es un reloj de calidad. En segundo lugar, es vital la idea de autenticidad. Creo que hay espacio para muchas propuestas. Cada Maison debe pensar cuáles son sus puntos distintivos y proponer algo auténtico en términos de identidad, estética… Es lo que hará que, al final, cada casa encuentre su sitio y garantice su éxito”.
Pero Rainero no sólo piensa en términos de futuro, sino también estrictamente actuales: la industria del lujo está cambiando y Cartier afronta esos cambios con el mismo espíritu innovador con el que Louis Cartier transformó la casa joyera fundada por su abuelo en un mito de la industria del lujo. Él lo hizo a través del diseño y la apuesta por nuevos materiales, como el platino, toda una revolución en la época. Rainero considera que “en la actualidad, más que una revolución, estamos viviendo una evolución que pasa, sobre todo, por la comunicación. Hoy la información es inmediata, pero también es más superficial. Es la paradoja de la modernidad: por un lado, lo digital puede hacer que la gente se crea cosas que no debería, porque no profundiza; pero, al mismo tiempo, es una herramienta de conocimiento. Tiene muchas cosas buenas, pero necesitas tiempo. Por eso volvemos al eterno problema de invertir en tu curiosidad”.
Aunque él mismo confiesa que “nada se puede comparar a la luz del sol en las páginas de un libro cuando estás en la playa”, como director de Imagen, Estilo y Legado de una casa centenaria, se enfrenta a la dicotomía que hoy deben afrontar muchas marcas de lujo: ¿print o digital? “En términos de comunicación, nadie sabe cuál es el equilibrio correcto. Ninguna maison sabe cómo lidiar con eso, aunque en términos de comunicación las cosas están cambiando. Por el momento, creo que son medios complementarios. En la actualidad es difícil entender una campaña de comunicación exclusivamente digital para construir una imagen de marca”. ¿La razón? “Nada sustituye la mística del objeto. Por eso, creo que el e-commerce no es el canal más adecuado para nuestros productos, sino algo complementario, pues el contacto físico es clave, porque hay que tener en cuenta que los objetos son símbolos que se llevan en determinadas circunstancias. Tienen un componente de inversión psicológica y emocional”.
UN ROMANCE MEXICANO
El éxito de Cartier en México no es algo nuevo. En realidad, es una historia de amor que data de hace varias décadas, con personajes como María Félix. “Es uno de nuestros mercados más antiguos… [pues tiene] más de 40 años. Fue uno de los primeros en los que tuvimos un desarrollo muy sólido, mucho antes que en otros, como Rusia o China. Cuando la idea de un mercado asiático parecía imposible, el mercado mexicano ya estaba muy consolidado”, explica Pierre Rainero. ¿La clave del éxito? “Una cuestión de afinidad”, concluye.
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