Fabricada entre los siglos XVII y XIX, esta pieza de 42 x 12 x 11 cm nos transporta a la época de su creación gracias a las escenas costumbristas que vemos en todas sus caras, tales como mujeres elegantes seguidas de sus damas de compañía que les presentan ramos de flores; señoras comprando frutas cultivadas en las islas del lago o pescado blanco del mismo, y juglares haciendo bailar a los perros al son de la guitarra. Por dentro no es menos maravillosa: en la tapa interior lleva un espejo, pequeñas divisiones que encerraban todo un tesoro en devanadores de concha, punzones de marfil, canuteros de hueso para ocultar agujas y alfileres, e incluso un cajón oculto para guardar cautelosamente secretos y diminutas curiosidades.
Hecha probablemente por “Los Cerda”, en Michoacán, éste es un ejemplar que solía ser utilizado para guardar los enseres de costura y que, en la tapa, tenían un cojincillo para prender la labor.
En el inventario de los bienes del conde de San Bartolomé de Xala hecho en 1784, aparece una almohadilla con su pie pintado de color pulga (una mezcla de marrón y morado) y perfiles dorados, puesta en forma de torno y forrada de raso listado de colores. La almohadilla era un costurero ideal; en Olinalá se hacían rayados y dorados, se decoraban con flores y animales; en Pátzcuaro con figuras, paisajes de la antigua China y detalles en oro, mientras que en Puebla se hacían de marquetería.
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Por: Anaid Osuna