Posicionada desde hace un tiempo entre los tres destinos más visitados del mundo, París será todavía más asediado este año al albergar los Juegos Olímpicos, por lo que bien vale la pena pensar dos veces ir allá o contemplar nuevos horizontes. Y si quieres algo igualmente romántico y elegante, con imborrables parajes, un patrimonio invaluable, una arquitectura imponente, una rica gastronomía y una interesante cultura, pero mucho más apacible, con menos turistas, entonces, siempre tendremos Toulouse.
En esta ciudad, ubicada al sur de Francia, bien podrías saborear un café con un tradicional chocolatín desde una de las terrazas de la plaza Saint-Georges y pensar que estás en algún coqueto rincón parisino; al menos hasta darte cuenta que aquí, la Ciudad de la Luz se nos pintó de rosa, el río Sena se transformó en el Garona, la catedral de Notre Dame en la Basílica de San Sernín, la Torre Eiffel en el cohete espacial Ariane 5 y hasta el jersey del Paris Saint-Germain cambió por el del Stade Toulousain, el equipo local de rugby, que es el deporte con más fanáticos en esta región.
Es como haber entrado a una dimensión diferente en la que todo es muy parisino, pero más relajado y amable, como diseñado especialmente para el placer.
Video Recomendado
Más no se piense que estamos hablando de un pueblito fantasma semi-abandonado y aislado. Se trata sí, de una de las ciudades renacentistas mejor conservadas, pero también, de la cuarta urbe más grande del país galo que no sólo preserva su herencia, sino que apunta al futuro como un importante polo universitario y un hub industrial donde se desarrolla la más alta tecnología europea en materia aeronáutica y aeroespacial.
¿Qué ver y qué hacer en Toulouse?
Tranquila y acogedora, Toulouse es una ciudad ideal para pasear, disfrutar y descubrir el art de vivre francés. De hecho, un recorrido a pie por sus grandes plazas y monumentos resulta ser la mejor manera de explorarla.
El punto de partida, por supuesto, su centro histórico, con su espectacular arquitectura, laberínticas calles y majestuosas plazas donde conviven los mercados al aire libre con monumentos centenarios y eclécticas construcciones.
Podría decirse que su punto neurálgico es la Plaza del Capitolio, que alberga el Ayuntamiento, el Teatro Nacional y distintos restaurantes y hoteles que convocan a turistas y locales.
En este espacio se narra, literalmente, la historia de Toulouse a través de pinturas como las que se encuentran dentro de los salones del edificio de gobierno o las que coronan los arcos de la plaza, que capturan momentos y personajes emblemáticos, como Carlos Gardel, que, ¡vaya sorpresa!, resultó ser tolosano.
No muy lejos de allí se encuentran otras joyas arquitectónicas, como la Basílica de Saint-Sernin, que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por su importancia relacionada con los caminos compostelanos; el Convento de los Jacobinos, que es una muestra admirable del gótico meridional o la Capilla de los Carmelitas, considerada la Capilla Sixtina francesa, entre otros hermosos inmuebles renacentistas.
Para quienes buscan aire libre y zonas verdes, las orillas de los ríos y canales que atraviesan la ciudad parecerán ideales. Allí se puede ir de pic nic, andar en bici, correr o simplemente esperar el atardecer que es un espectáculo inolvidable.
Pero si no llegase a ser suficiente verde, Toulouse cuenta con más de 160 parques y jardines que podrás visitar.
Otra manera de conocer la ciudad es mediante tours gastronómicos que incluyen paradas en establecimientos icónicos como una refinería de queso, el N°5 Wine Bar, que ha llegado a ser considerado el Mejor Wine Bar del Mundo o el Mercado Víctor Hugo, donde se palpa la cultura gastronómica de esta urbe sibarita en la que no faltan restaurantes con estrellas Michelin como Le Cénacle que dirige el chef Thomas Vonderscher; Hedone, del Chef Balthazar Gonzalez o Py-R del joven Pierre Lambinon, entre otros.
El rostro industrial
Un poco más hacia las orillas de Toulouse, digamos que de perfil, se aprecia el rostro “moderno e industrial” de esta histórica capital de Occitania, que también resulta muy atractivo y brinda muchas opciones a los viajeros más curiosos.
Y es que se puede hacer un tour por las museos dedicados a la aeronáutica: Aeroscopia, que alberga verdaderos aviones o L’envol des Pionners, un sitio histórico donde se crearon los primeras aeronaves tolosanas que fueron hechas para la guerra y terminaron usándose para transportar el correo.
También se rinde homenaje en ese lugar a un piloto pionero de aquella época, llamado Antoine de Saint-Exupéry, que es autor ni más ni menos que de El Principito.
Cerca de allí otro atractivo que vale la pena visitar es Halle de La Machine, donde se concentran criaturas mecánicas que parecen salidas de un cuento, desde aves con alas tremendas, arañas gigantes o la espectacular creación del Minotauro de Toulouse que a veces se expone por las calles de la ciudad y en cuyo lomo podrás pasearte.
Y soñando todavía más alto, cierra el círculo de atractivos un paseo por la instalaciones del fabricante de aviones Airbus o bien una viaje más allá de la última frontera en La Ciudad del Espacio, donde se muestra por qué esta urbe es uno de los centros más importantes de Europa en lo que respecta a la exploración del espacio exterior.
Por su excelente ubicación entre Los Pirineos y el Mediterráneo, Toulouse es igualmente un centro de operaciones perfecto desde el cual se puede partir a conocer otros destinos, aprovechando el viaje, como Rocamadour o la ciudad medieval de Carcassonne, incluso más allá de la frontera francesa, ¿qué tal visitar Andorra?
En tren, la ciudad se encuentra a sólo cuatro horas de París, alrededor de tres horas de Barcelona y a una hora de vuelo de Madrid. Yo llegué volando con Air Canada desde Montreal. Un viaje de más de 11 horas que bien vale, porque no todo es París, siempre tendremos Toulouse.