JW Marriott Los Cabos: un templo frente al mar

Una sensación de amplitud y profundidad te asalta cuando te plantas en la entrada del JW Marriott Los Cabos. El diseño del arquitecto Jim Olson consigue ese efecto. Este establecimiento a menos de media hora del aeropuerto de Los Cabos exhibe una inusual combinación de sobriedad y abundancia; la primera deriva del estilo con el que están decorados sus espacios; la segunda, de la inmensidad comunicada por sus dimensiones: tonos neutros que armonizan perfectamente con el entorno sudcaliforniano y ornamentos moderados se encuentran con techos altos y corredores amplios, que permiten que el aire llegue a todos los rincones para crear un entorno fresco y acogedor al mismo tiempo.

La sensación del agigantamiento alrededor se hace más poderosa cuando llegas al final del pasillo central y contemplas en todo su esplendor la zona donde el Mar de Cortés se funde con el océano Pacífico, dominada por el sol que arranca destellos a sus aguas y completa un cuadro que, a riesgo de encajar en el perfecto cliché de un paraje playero, insinúa con fuerza que has llegado a un recinto de tintes paradisíacos y apacigua al espíritu castigado por el ritmo cotidiano; ese marco indica sin dudas que la relajación ocupa el primer lugar en la lista de prioridades, que ahora comparte con la seguridad de los huéspedes.

Vacaciones seguras en JW Marriott Los Cabos

En este sentido, el JW Marriott Los Cabos ha trabajado para ofrecer un entorno higiénico a sus visitantes, con medidas como estaciones de gel antibacterial, limpieza y desinfección de las instalaciones (incluidas sus 299 habitaciones, claro), tapetes sanitizantes, menús sin contacto y uso de cubrebocas por parte de todo su staff.

En línea con esta misión, el hotel ha sido acreditado por entidades como Preverisk Group (con el Certificado Covid-19 Hygiene Response), World Travel & Tourism Concil (Safe Travels) y la secretaría de turismo.

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De vuelta al diseño del resort, si los enormes espacios del vestíbulo y los corredores pueden resultar abrumadores, la calidez del equipo del JW Marriott Los Cabos te reconforta enseguida. Amabilidad, prontitud y eficacia distinguen al servicio que brindan en cualquier parte del resort, como la recepción, las áreas comunes, y los bares y restaurantes. Este último apartado, por justicia elemental, merece mención aparte.

Cuando el atardecer se acerca, las amplias y cómodas salas ubicadas al terminar las escaleras del pasillo por el cual llegas y que miran al mar, son un punto estratégico e irresistible, por un par de razones. Una de ellas es que constituyen un mirador privilegiado para los atardeceres de Los Cabos: conforme el sol decae, el cielo se incendia y adquiere luego tonalidades donde se funden morado, rosa y naranja, hasta obscurecerse por completo. De un ritual semejante, la fe en la belleza no puede sino salir fortalecida.

Oferta gastronomica

La otra razón es que puedes acompañar la contemplación de este impresionante performance de la naturaleza con uno de los tragos del Niparaya, un bar a espaldas de las salas que citaba antes, con una carta de cocteles que raya lo místico, por la calidad en sus destilados y preparaciones. Con uno de sus old fashioned en mano y junto a una de las hogueras que entibian e iluminan el ambiente, el espectáculo de la caída de la noche se convierte en un tesoro inmaterial que te llevas de tu visita al JW Marriott Los Cabos.

En esa misma línea, entre diciembre y marzo, la alberca principal del hotel (sólo para adultos, por lo que se presenta como escenario ideal para relajarse) es un mirador de primera fila para el avistamiento de ballenas.

Si la mixología es un punto notable del establecimiento, su propuesta culinaria es hasta antológica. Nak Grill sirve suculentas carnes y mariscos a la parrilla y tiene creaciones propias, como el postre de envuelto de dátil con requesón, que resulta imperdible. Por su parte, el legendario Café des Artistes con su cocina de autor es la gran joya de la corona. Con la firma del chef Thierry Blouet, aquí se reinterpreta la cocina mexicana con influencias francesas, un mix responsable de platos como la crema de langostino y calabaza, la totoaba en mantequilla con puré de zanahoria blanca, o un postre insignia: chile habanero relleno de crema de maracuyá, tan improbable como exquisito.

Culinaria, mixología, instalaciones, panorama y servicio son los pilares sobre los que se levanta JW Marriott Los Cabos, un santuario para alejarse del ritmo frenético y donde cada rincón está destinado al placer de los devotos que acuden.