
Hay figuras que no necesitan palabras para enseñar el valor del tiempo. Padres que lo viven con temple, precisión y una elegancia que no se aprende: se hereda. Vacheron Constantin rinde homenaje a esa presencia constante y sabia con tres ediciones limitadas que laten con el alma de la alta relojería suiza y el corazón de la paternidad. Una obra de arte que se construye segundo a segundo.
Vacheron Constantin: 270 años de precisión poética
Desde 1755, esta Maison ginebrina ha perseguido una sola misión: dominar el arte del tiempo. Para celebrar sus 270 años de creación ininterrumpida, lanza tres interpretaciones exquisitas de su colección Traditionnelle, fusionando dos de sus símbolos más distintivos, las esferas caladas y las indicaciones retrógradas, con la modernidad de quien no necesita gritar para destacar. Estas tres piezas son tan únicas como papá: limitadas, irrepetibles y hechas con la sabiduría que sólo se adquiere con el tiempo.
Relojes que cuentan historias
Cada edición cuenta con una complicación distinta, reflejo de la complejidad masculina cuando se expresa con elegancia:
El Traditionnelle Calendario Perpetuo con Fecha Retrógrada Openface muestra un movimiento automático de nuevo desarrollo que no necesitará ajustes hasta el año 2100. Un tributo a esa figura paterna que, como la luna, se mueve con calma y sabiduría.
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El Traditionnelle Tourbillon con Fecha Retrógrada Openface es una danza mecánica de 242 componentes, donde el tourbillon a las seis y la fecha retrógrada se exhiben en una coreografía perfectamente calculada. Para ese padre que sabe equilibrar el caos con elegancia en cualquier situación.
Y el Traditionnelle Calendario Completo Openface rinde homenaje al tiempo entero que un padre entrega sin esperar nada a cambio. Sus discos de zafiro, con día y mes, flotan sobre un fondo azul profundo y sereno como la mirada de esos padres que han vivido mucho y aún tienen más por dar.
Belleza que se hereda
Cada uno de estos relojes está tallado en platino 950 y presenta detalles icónicos: agujas Dauphine, minutería tipo ferrocarril y esa cruz de Malta que ha sido emblema de Vacheron Constantin desde 1880. La esfera calada revela no sólo el mecanismo, sino una historia que se escribe desde adentro: puentes con acabado côte unique, más de 500 horas de trabajo artesanal, y un guilloché que evoca una edición lanzada hace 70 años. La correa de piel de aligátor, cosida a mano, abraza la muñeca con el mismo tacto que lo haría una memoria: firme, elegante e imborrable.


En un mundo donde todo es efímero, regalar una de estas tres ediciones limitadas es un acto de amor consciente. Tal vez papá no necesita otro gadget, sino un símbolo que simplemente diga “gracias por ser tan especial”. Vacheron Constantin no marca sólo las horas. Marca momentos. Y en este Día del Padre, pocas cosas son tan valiosas como eso.