Four Seasons tiene un nuevo restaurante de comida japonesa que debes visitar

Más que cerradas, las puertas —negras, talladas— se presentan selladas, como si dentro se hallara un tesoro digno de resguardar. Y en realidad, es justo eso lo que sucede: tras ellas se encuentra OMA, el nuevo restaurante japonés del Four Seasons de la Ciudad de México, con el que el establecimiento mantiene los altos estándares que su propuesta culinaria mantiene como hábito.

El jardín central del hotel es uno de sus elementos más icónicos. A su alrededor se levantan las habitaciones y surgen sus otros atractivos, de los cuales ahora forma parte OMA, una experiencia omakase en toda regla, en la que el comensal se pone en manos del chef, que en este caso es Abraham López, cuya trayectoria abarca un paso por cocinas prestigiosas de la ciudad (como Tori Tori y Ginza Barra) y, crucialmente, una estancia formativa en Japón, donde aprendió en primera fila de consumados maestros del sushi.

La propuesta gastronómica en OMA

El bagaje del chef, en conjunto con el de su equipo, se traduce en una experiencia eminentemente tradicional, pues su cocina se aleja de fusiones y constituye un auténtico viaje a la cocina nipona más auténtica, en el que sus técnicas e ingredientes locales (el pescado y los mariscos de Ensenada tienen una presencia dominante) se complementan con otros productos japoneses (como wagyu) y de frescura innegociable.

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Eso te permite disfrutar, por ejemplo, wasabi rallado al momento y jengibre fresco para complementar algunos de los nigiris y otras creaciones del chef que, como dicta el código de un omakase, se preparan ante tus ojos, tras la barra —aunque el restaurante tiene un par de mesas, sentarse a la barra es mandatorio para que la experiencia sea completa: el conocimiento compartido de los expertos adereza la comida y la convierte en una ocasión fuera de serie, en cualquiera de sus tres turnos (de 13, 17 o 21 tiempos, según avance el día) en los que desfilan sashimis, nigiris, sopas, rollos y otros deleites a los que dan forma frente a ti.

Si bien la comida es la gran protagonista, una experiencia de este tipo adquiere realce en un ambiente como el de OMA. La promesa de sobriedad que hacen las puertas se cumple al traspasar el umbral: te recibe un recinto breve, suficiente, de iluminación tenue pero bastante para no perder detalle de lo que sucede y apreciar la decoración elegante y minimalista, en la que predominan piedra volcánica, mármol y madera (los páneles de las paredes hacen gran parte de la personalidad de OMA). Una selección de teteras y vasijas en una repisa son complemento preciso del interiorismo, obra del despacho Ezequiel Farca Studio.

Los hashi y hashioki (palillos y reposapalillos) son traídos de Japón y por derecho propio constituyen, junto con la selección de jazz —fondo perfecto para la charla y la intimidad de un sitio para sólo 10 comensales—, dos maravillas del restaurante, y contribuyen a lograr la misión que el chef Abraham López explica: “Ofrecer una experiencia que transporte a nuestros comensales a una atmósfera, exclusiva y auténtica”.

Con un servicio impecable de todo su equipo y una selección de bebidas (nota alta para los tés espumosos y libres de alcohol) que pronto se nutrirá de coctelería propia, OMA señala, en el cada vez más marcado —y competido— mapa gastronómico de la Ciudad, una intersección entre la cocina japonesa auténtica, el preciosismo que toca todos los detalles y la excelencia que distingue al Four Seasons. Misión cumplida, chef.