Bienvenidos a “uno de los tesoros de la casa donde tengo el orgullo de trabajar”, dice Carole Forestier-Kasapi, directora de Creación de Movimientos de Cartier, al recibirnos personalmente en la Maison des Métiers d’Art.
La escena parece sacada de un cuento de Hans Christian Andersen, “La reina de las nieves”: Una granja de finales del XVIII, en medio de las montañas que rodean La Chaux-de-Fonds, brota a un lado del camino, casi sepultada bajo medio metro de nieve, segundos antes del encuentro. Todo ocurre a pocos pasos de las modernas instalaciones de alta relojería de Cartier. Y la Maison des Métiers d’Art supone la expresión perfecta de lo que debe ser el lujo: tradición e innovación indisolublemente unidas en un entorno en el que se respira serenidad y respeto por el trabajo manual de técnicas que, si no fuese por el empeño de esta casa, estarían en extinción.
Y, en contraste con las cadenas de montaje asistidas por computadora, encargadas de la creación de diversas piezas y movimientos, aquí todo el trabajo se desarrolla de una manera pausada, totalmente a mano, comenzando por los bocetos dibujados por los artistas, y continuando por los modelos en cera, que se tallan y mejoran hasta llegar al modelo final.
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Para comprender esta dualidad, hay que considerar que, si los relojeros son una raza aparte, aquellos especializados en artesanías que datan, en algunos casos, de milenios, son una rara excepción. Es un hecho: nos encontramos en uno de esos lugares que se dedican a la preservación de oficios muy específicos, hoy casi olvidados, que componen, en suma, el heritage de una casa centenaria. Y aquí, en la Chaux-de-Fonds, el corazón de la Maison late a un ritmo lento, en consonancia con el paisaje.
A la vista, cinco talleres dedicados a técnicas artesanales, como la granulación, que aparece por primera vez 3,000 años antes de Cristo y que consiste en la creación de cuentas de oro a partir de alambre que, después, se sueldan; la filigrana; la marquetería, con materiales tan insólitos como los pétalos de rosa, la paja o microscópicas teselas de piedra, con las que se crean los pájaros, panteras y leones, ricamente texturizados, que ornamentan las esferas. Los talleres de la Maison trabajan también el esmalte, con una gama de técnicas que abarcan el champlevé, cloisonné, plique-à-jour, pintado, grisaille y pasta de oro grisaille; y el ajuste de gemas. Además, aquí se encuentra el taller de restauración de relojes y un museo con piezas vintage que recuerda que el compromiso de Cartier es con la eternidad.
Nota publicada anteriormente en Forbes México