Como todo artista, Paola Dávila tiene un punto extraterrestre que la lleva a pensar de forma diferente al resto de los mortales y a plantearse la relación con su entorno de manera también muy distinta. El mar, terreno propicio para mitos y leyendas desde la Grecia clásica al Hollywood posmoderno, se convierte en protagonista y escenario, objeto de estudio, pero también laboratorio, de la nueva exposición que la fotógrafa mexicana acaba de inaugurar en la galería de Patricia Conde (Agua-cielo, del 20 de abril al 1 de junio).
Como Anna Atkins, ilustre botánica de la época victoriana y primera fotógrafa de la historia —a ella se debe el primer libro ilustrado con fotografías de la historia, aunque hoy su nombre, como el de tantas y tantas colegas (mujeres todas ellas, obviamente), haya caído en el olvido—, Paola Dávila llegó a la cianotipia por casualidad.
“Estaba realizando un proyecto sobre mis recorridos en la ciudad en busca de diversos parques cuando estalló la pandemia y, como todos, me tuve que recluir en casa. Allí, recorriendo el mismo espacio cada día, descubrí que había una serie de trayectos, de rutas domésticas, con un significado específico; un mapeo repetitivo y cotidiano de mi propio cuerpo dentro del hogar, que traté de traducir en una serie de mapas gracias a la técnica de la cianotipia”, recuerda la artista.
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La cianotipia es un proceso fotográfico monocromo que consiste en la creación de una imagen a partir de sales de hierro, que reaccionan con la luz ultravioleta del sol. Fue inventado en 1842 por Sir John Herschel, célebre matemático y astrónomo británico, muy amigo del químico, zoólogo y mineralogista victoriano John George Children, padre de Anna —Atkins se convirtió en su apellido tras su matrimonio con John Pelly Atkins—, y se utiliza principalmente en la creación de copias de planos y mapas, así como en la fotografía artística.
Se trata, pues, de una de las primeras técnicas empleadas en la fotografía y, dadas sus características —sólo se necesita un espacio abierto que permita a la luz solar interactuar con las sales de hierro—, resultaba idónea para el nuevo proyecto de Paola Dávila.
“La cianotipia tiene un componente muy físico, ya que mi idea era interactuar directamente con el mar, con las olas, con las mareas, sin intermediario alguno: sólo el papel, las sales, las olas y la luz del sol”, explica. “Quería que la playa fuese también el propio laboratorio, de modo que el acto de crear la imagen se convertía, a su vez, una performance, una obra de arte completa”.
El resultado es una serie de fotografías logradas gracias a esta técnica que atrapan sobre el papel, directamente, fragmentos del océano, verdaderas estampas de vida acuática que invitan a la reflexión, pero al mismo tiempo suponen un oasis para la mirada.