Hay una larga tracidición en el cine de mujeres, o lo que es lo mismo, protagonizado por actrices, basado en un argumento que es un cliché en sí mismo: la protagonista pasa por mil aventuras en su vida —de ama de casa a espía, pasando por cabaretera, monja y hasta mejillonera—, hasta llegar al obligado final feliz, que la resarce de una ajetreada vida llena de altos y bajos.
De La venus rubia (1932), de Josef von Sternberg, con Marlene Dietrich, a Entre tinieblas (1983), de Pedro Almodóvar, con Cristina Sánchez-Pascual, encontramos multitud de ejemplos en la historia del cine. Lo que resulta increíble es encontrarse en la vida real con una versión en carne y hueso de uno de estos personajes. Pero existe. Y se llama Carol Sepúlveda. Con más de 25 años de experiencia en la gestión de talentos, tras pasar por la industria del cine (de la mano de Manga Films), de la música (fue la representante de Slash en España) y de la vida (superó un cáncer), esta visionaria decidió un día que iba a ser su propia jefa dedicándose a lo que le gusta: el arte.
Así nació The Global Art Company, un proyecto muy personal, en el que Carol ha puesto el alma y toda su experiencia en la gestión de talentos durante casi tres décadas, aplicada a un campo que hasta ahora era patrimonio exclusivo de marchantes y galeristas. “Lo que he hecho es aplicar las herramientas de un manager al arte contemporáneo. The Global Art Company es una compañía donde representamos a artistas plásticos, algunos tan reconocidos internacionalmente como Eladio de Mora (dEmo) y otros emergentes, pero con una gran proyección, como Jaime Monge o Anna Barrachina, con una visión empresarial muy parecida a la que tiene una agencia de representación de actores. Aplicamos un criterio empresarial moderno a un mundo tan antiguo como el arte”, explica.
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El resultado es una empresa que se sitúa en la intersección entre creatividad y comisariado, especializada en gestionar el talento de manera integral. “Tienes que tener muchos conocimientos de las herramientas empresariales, desde matemáticas a planes de negocio, pasando por estrategias de marketing; o sea, tienes que tener una formación sólida. No basta con que seas amigo del artista, porque luego hay que gestionar un montón de cosas; ni con ser artista, que tampoco tiene nada que ver con el negocio”, explica.
Al final, todo artista, se dedique a lo que se dedique, quiere poder enfocarse en la creación. Y para eso tiene que poder vivir de ello, sin que vender se convierta en su principal ocupación. “Durante años, la situación de los artistas ha sido tremenda. Y hablo de genios como Antonio López, de artistas reconocidos que, cuando hablas con ellos, te cuentan cómo tienen la carrera hipotecada porque les deben todos los galeristas.
Cuando te cuentan lo que han tenido que pasar en sus vidas o cómo han ido tirando durante años, trabajando en su obra con cero ingresos, te das cuenta de las injusticias del sistema”, afirma.
Decidida a cambiar esto, creó su empresa con una visión empresarial, pero también con una premisa militante, casi política, acerca del papel del arte en la sociedad. A la hora de representar a un artista, para Carol Sepúlveda importa tanto su discurso estético como el ético.
Ella misma explica: “Yo me dedico a trabajar con personas, básicamente porque creo que gestionando a la gente adecuada puedes cambiar un poco el mundo. O sea, lo que no voy a hacer es ayudar a gente que va a cambiarlo para peor. Para eso, ya está el resto”. Por eso, cuando menciona a los artistas que gestiona The Global Art Company —Jaime Monge, Anna Barrachina, dEmo, Maika, Marcos Tamargo, Äcondiereis…—, Carol no habla de ellos como un producto, sino como personas con nombre y apellido, con los que ha establecido lazos que van más allá de los negocios. “Estoy muy orgullosa de todos ellos”.
El mayor éxito para Carol no radica en los premios, a pesar de que el año pasado la Semana del Arte de Tokio galardonó a The Global Art Company como la mejor galería; para esta luchadora de voluntad inquebrantable su verdadero triunfo consiste en poder dedicarse a lo que le gusta. “Mi motivo principal cuando me decidí a crear esta empresa no era ganar mucho dinero. Mi objetivo era ser fiel a mí misma y poder dedicarme todos los días a algo que me apasiona”, aclara. “Además, puedo vivir del arte y aprendo cosas nuevas todos los días. Me enseñan mis artistas, la gente del mundo de la cultura y los coleccionistas que nos compran”, finaliza.