Pocas cuentan que después del anillo llega toda la vorágine de sentimientos desenfrenados y obsesivos por tener la ‘boda perfecta’. Y entre la larga lista de cosas por hacer, hay una que destaca sobre todas ellas, el vestido de novia.
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Una prenda que se impuso desde la época victoriana y que simboliza inocencia y pureza. La lista de diseñadores que sólo se especializan en este tipo de vestidos es extensa y muy conocida. Nombres como Vera Wang o Oscar de la Renta sientan cátedra y reinan dentro del imaginario de toda novia en busca de su ‘boda soñada’.
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Y aunque la oferta en México ha mejorado mucho los últimos años, lo cierto es que ser una novia que se aleja de las grandes marcas clásicas que se encuentran en la calle Masaryk de Ciudad de México es complicado. Es ahí cuando nace Tul ē Blanc, un bellísimo lugar creado por María García y Rocío Hevia -madre e hija- que nada más llegar te transporta al paraíso de las novias…
La oferta de vestidos es amplia, pero está muy lejos de ser abrumadora. Y todos ellos son únicos en México ya que María y Rocío se dedican a viajar por toda Europa en la búsqueda del vestido perfecto. De ahí que los cortes, el estilo o las telas resulten tan ad hoc a los gustos de novias muy contemporáneas, pero también son del agrado de madres, tías y abuelas cuyo corte suele ser más tradicional.
El vestido de tus sueños
Tul ē Blanc lleva dos años convenciendo incluso a las futuras novias más exigentes conocidas como Bridezillas, pero también a las indecisas o a las que llegan con una idea fija a pesar de que quizás, su cuerpo no resalte tanto dentro del modelo que han elegido.
El modus operandi siempre es el mismo, pero no por ello deja de ser especial: se agenda una cita que durará una hora y media en la que la novia elegirá y se probará todos los vestidos que quiera. Para señalar que son de su agrado pondrá un bonito moño hecho de tul en el gancho del vestido, y una vez que entre en el probador María y Rocío se convierten en auténticas hadas madrinas, y es ahí donde comienza la magia.
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Al igual que en cualquier otro lugar, los vestidos quedan en un primer momento enormes, pero se arreglan con pinzas para que la futura novia se vea en el espejo y se dé una imagen de cómo seria el resultado. Una vez elegido, se toman las medidas y se hace el pedido lo antes posible para que el vestido quede perfecto porque se confecciona desde cero. Cuando el vestido ya ha llegado a la boutique la novia se lo probará dos veces más. Una semana antes, y otra el día anterior para asegurarse de que todo será perfecto el día de su boda.
Es ahí cuando el excelente trabajo de María y Rocío termina, no sin antes desear la mejor de las suertes a la futura novia.