Rebelde, artístico, apasionado, libre… esas son sólo algunas de las cualidades que describen a uno de los diseñadores británicos más importantes de la época contemporánea, un hombre autodidacta que demostró que el amor por la moda puede traducirse en arte y es un don con el que se nace; así le sucedió a ‘el hooligan de la moda’, Alexander McQueen.
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Han pasado 7 años desde que el diseñador abandonó este mundo y sus pasarelas, sin embargo, el espíritu poético de su obra permanece en las colecciones actuales de la firma gracias a la colaboración creativa de Sarah Burton, con quien trabajó hasta el final de sus días. Si has seguido la pista de esta emblemática marca inglesa, te presentamos estos datos para recordar al diseñador que, por sobre todas las cosas, gustaba de provocar.
Formación entre sastres
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Alexander McQueen se graduó del Central Saint Martins, sin embargo, fue en grandes casas sartoriales como Anderson & Sheppard y Gieves & Hawkes, donde sucedió la formación esencial del artista. Durante su etapa como aprendiz, se transformó en un experto para manejar patrones de tejido como el dramático Siglo XVI o el patron afilado que más tarde se convertiría en un clásico de sus diseños.
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La Dame Bleue
Su colección La Dame Bleu, rendía tributo a Isabella Blow de diversas formas, entre ellas, los sombreros y la unión entre flora y fauna. Foto: Anthea Simms
La primer colección que realizó McQueen fue para su graduación de posgrado, un proyecto inspirado completamente en la estética lúgubre del personaje Jack el Destripador. El trabajo era espléndido y captó la atención de una mujer en particular: Isabella Blow -en aquel entonces editora de la revista Vogue en Reino Unido-, quien adquirió toda la colección y se convirtió en su eterna compañera y amiga.
Al fallecer Blow en 2007, el diseñador le rindió homenaje de la mejor forma en que sabía al crear una colección primavera/verano inspirada en ella bajo el nombre La Dame Bleue. El resultado fue una serie que mostraba la convivencia de fragilidad y extravagancia en chifón y colores metálicos.
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Su paso por Givenchy
The Golden Fleence fue como se denominó a la colección debut de McQueen para Givenchy en primavera de 1997.
Había un hecho indiscutible en los años noventa: Lee Alexander McQueen tenía un talento excepcional, premisa ratificada al obtener en cuatro ocasiones el premio a Diseñador del Año. Este suceso llevó a la casa Givenchy a contemplar su nombre para ocupar el puesto de director creativo desde 1996 hasta 2001, durante este periodo, proporcionó a la firma francesa un giro diferente y arriesgado.
Arte en las pasarelas
En Primavera/Verano 1999, la pasarela incluyó a la modelo Shalom Harlow, cuyo vestido blanco fue rociado por máquinas con pintura fresca. Foto: The Metropolitan Museum of Art.
El rebelde de la moda siempre será recordado por la forma en que presentaba sus creaciones. Para él, las catwalks eran más que un simple desfile; se trataban de espacios donde la música, modelos y prendas se fusionaban para crear performances espectaculares. En 1998, su temporada otoño/invierno llamada Joan -inspirada en la muerte de Juana de Arco-, fue presentada bajo un sobrecogedor concepto que concluyó con la modelo Erin O’ Connor ataviada con un vestido rojo rodeada por un halo de fuego.
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Aves, calaveras y mucha inspiración
Los diseños de McQueen contaban historias etéreas con personajes emplumados.
“Pienso que hay belleza en todo. Lo que las personas normales perciben como feo, usualmente puedo ver belleza en ello” decía el diseñador y, efectivamente, sus obras trascendían los límites de la estética. Gustaba utilizar múltiples muestras de su gusto por las aves como criaturas perfectas, tendencia que plasmada en sombreros y vestidos. Asimismo, estaba íntimamente influenciado por corrientes como el romanticismo y el gótico, de tal modo, convirtió las calaveras en un sello de su marca al incluirlas en accesorios.