“Renovarse o morir”, así dicta un viejo dicho que en estos tiempos tiene más sentido que nunca.
Y si alguien lo supo entender bien fue el chef Javier Plascencia —la mente creativa detrás de proyectos como Caffè Saverios, Erizo, Jazamango, ¡Lupe!, Finca Altozano y Misión 19 (este último premiado como Mejor Restaurante Nuevo en los Gourmet Awards 2012)—, quien adaptó la cocina de Animalón y la llevó a altamar.
Animalón by the Sea es un proyecto que emergió de la pandemia, como una manera de atender a las inquietudes de los comensales y de generar nuevas experiencias al aire libre, y qué más libertad que la que ofrece el mar.
Un restaurante que se mueve al ritmo de las olas del mar
Plascencia encontró la veta y trasladó el fine dining con el que deleitaba a sus visitantes en tierra a una embarcación de lujo construida especialmente para el proyecto por la Isla Tour, una empresa dirigida por Carlos Hudson que se especializa en realizar recorridos en la zona.
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La travesía comienza en el muelle K de la marina de Cabo San Lucas, donde un barco de dos pisos, con 15 metros de eslora, 7.4 metros de ancho y capacidad de 40 pasajeros, zarpa rumbo al Arco del Fin del Mundo. Sobre él, los asistentes son recibidos con una copa de espumoso o algún coctel, para después degustar un delicioso menú de seis tiempos, con o sin maridaje.
La propuesta no se aleja del ADN del chef, donde la cocina de campo, el producto local y los ingredientes frescos son los protagonistas de la mesa, por ello el menú cambia constantemente, pues depende de la pesca del día y de la temporalidad de los huertos.
Si bien el proyecto se basa en las ideas de Javier, el chef ejecutivo Oscar Torres se encarga de ejecutar magistralmente los platillos que se sirven en el día a día, y la sommelier Jocelyn Porras de hacer el maridaje perfecto para ellos.
Algunos de los platillos que se han podido degustar son agnoloti rellenos de cremoso de maíz con langosta, centro de rib eye con puré cremoso y hongos, jurel con ratatouille y jugo de tomate clarificado.
Actualmente, el menú se conforma por una entrada de buñuelo de maíz dulce, limón, chile fresco y cilantro criollo, al que le siguen crudo de kampachi, aguachile de shiso con cilantro, fresa verde, pepino y palmito; totoaba escalfada con aceite de olivo, cassoulet, dashi de tomate y aceite de cebolla quemada; ravioli de chicharro dulce local con queso parmesano, limón curado, guías de chícharo y mantequilla; costilla de res braseada con duxelles de champiñón, kale y cebolla braseada y mousse de raíz de apio y trufa negra; y un cierre espectacular de praliné de avellana y chocolate oscuro, espuma de caramelo, streusel de cocoa, canela tatemada y crema agria.
El costo de la experiencia es de $3,000 pesos y de $4,000 si deseas el maridaje, más servicio, y tienes que hacer reservación en su sitio porque, como imaginarás, está en la mira de los amantes de la buena comida y del mar.