Ya hemos hablado aquí de la humilde apuesta inicial de la bodega Monte Xanic, cuando fue fundada al final de los ochenta: cambiar la forma de concebir y consumir al vino mexicano. Ya hemos comentado el todavía más humilde resultado de esa apuesta: victoria rotunda. El camino para ese cambio que sí merecería el adjetivo revolucionario fue a través de un compromiso con la calidad –meticulosa, escrupulosa, pudorosa– y una valentía ante los precios –ostentosos, al menos para sus tiempos; hoy están en el promedio–. Esa victoria les quitó a los vinos mexicanos una camisa de fuerza que los obligaba a mantenerse entre los precios más bajos del mercado y les impuso a los nuevos productores un estándar: hacer vinos buenos, que valgan lo que dicen que valen. (En los hechos los nuevos productores no siempre han cumplido con ese estándar; en las intenciones, sin duda, sí.)

Monte Xanic también se impuso otro compromiso: el de la experimentación y la búsqueda. Sus enólogos y agricultores no se han estacionado nunca, nunca se han echado a dormir en sus laureles (que son unos cuantos). La búsqueda ha incluido vinos que parecerían imposibles –como un ice wine elaborado en congeladores de pesca ensenadense hace unos diez años–, licores de agave, diversas líneas de vinos y por supuesto en la exploración del viñedo. Han plantado de todo: Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc, Petit Verdot, Malbec, Grenache, Sauvignon Blanc, Chenin Blanc, Chardonnay, Syrah. De esta última uva es uno de sus mejores vinos: el Edición Limitada Syrah 2013.

Esta línea nació como un medio de expresión personal del enólogo fundador de la bodega Hans Backhoff. (Antes de su rediseño, la etiqueta mostraba su firma, vertical, prominentemente.) Ahora es en realidad resultado del programa de desarrollo e investigación enológica de Monte Xanic en su conjunto; vinos de pequeña escala, en estilos exploratorios. El Edición Limitada Syrah 2013 viene aderezado con un veinte por ciento de Grenache; explota en el ojo como un rubí tonificado de violetas; en nariz: frambuesas, café, cacao y especias. (Pasó 12 meses en barricas nuevas, y se le nota.) En boca hay un feliz predominio de frutos rojos; es envolvente, cálido, goloso. Es un vino ideal para darle la bienvenida al año. Recubre el pecho de una tibieza fortalecedora, propicia una valentía para enfrentar las desventuras y ocasionales venturas que –no nos engañemos– nos esperan otra vez.

Por Alfonso Ruvalcaba

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