Mucho del encanto de la escena gastronómica de la Ciudad de México radica en su constante renovación; como parte de los restaurantes que han llegado recientemente a enriquecerla encontramos a Matsuba (Moliere 63, Polanco).
Este restaurante se precia de ser, más que un lugar de comida japonesa, “un santuario de la alta cocina” de Japón, pues a través de sus platos —y de todo lo que en el lugar ocurre— pretende rendir un homenaje a la autenticidad, mediante la preservación de tradiciones y de técnicas concebidas para formar una conexión con los valores de la cultura japonesa que trascienden a la gastronomía.
Eso se traduce en una experiencia. Y en una industria en la que sorprender al comensal resulta una tarea cada vez más compleja, y en la que para muchos lo que se sirve a la mesa es tan importante como lo que lo rodea, una experiencia es una herramienta inestimable, infalible.
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En el caso de Matsuba, además de las ya citadas técnicas, la experiencia se construye con el diseño y la decoración. La madera y la iluminación tenue son protagonistas clave en una atmósfera de armonía, que busca evocar la serenidad de un bosque ancestral, como una celebración de la espiritualidad y riqueza cultural japonesas.
La inspiración para este ambiente es la elegancia contemporánea nipona y el simbolismo del pino —Matsu, en japonés, presente en el nombre del lugar.
Qué pedir en Matsuba
No obstante el valor del ambiente, nada sería de un restaurante sin una propuesta culinaria a la altura, especialmente, una digna de competir en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, como Polanco. Aquí, esa oferta la integran, entre otros, crudos —como el de kampachi—, makis, donburi (tazones de arroz shari con pescados o mariscos) y, por supuesto, sashimis y nigiris.
Ningún sitio de comida japonesa de primera línea estaría completo sin un omakase y Matsuba no es la excepción: su barra para hasta 13 personas es perfecta para que la sapiencia del chef conduzca un diálogo memorable a través de sus creaciones.
Uno de los elementos distintivos del restaurante es su cámara especializada, con la que por medio de técnicas de maduración con temperatura controlada y porcentaje puntual de humedad, logran sabores naturales resaltados y texturas originales sin secar el pescado.
Por encima de todo, el gran sello de la casa son los eventos de Gyotaku, una antigua técnica japonesa de impresión que, con el empleo de tinta y papel, captura la esencia de los pescados. Esto se traduce en un cruce de naturaleza, arte y cocina que presenta a los asistentes el respeto emblemático de Japón por los ingredientes y la estética.
Con una propuesta donde tienen cabida el respeto por la tradición y los elementos poco comunes, más una atmósfera que contribuye a realzar todo ello, Matsuba se apunta para convertirse en uno de los favoritos de este año en la capital.