La historia y las bebidas espirituosas escriben relatos de la mano. Se dice que el acto de brindar tuvo origen durante el siglo IV a.C. en la antigua Roma, cuando era común envenenar el vino o el champagne de todo aquel que representara una amenaza. Como símbolo de confianza, los anfitriones y los invitados chocaban fuertemente las copas, lo que producía que el líquido de una `brincara´a la otra. De esta forma, estaba claro que no existía peligro alguno, pues ambos bebían lo mismo.
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El monje Pierre Pérignon, artífice del champagne que lleva su apellido, y el rey Louis XIV fueron personajes importantes del siglo XVII. El monarca francés disfrutaba los buenos espirituosos gracias a sieur Claude Tribouleau, comerciante del vino, que lo llevaba hasta el palacio de Versalles.
“¡Hermanos, vengan, estoy bebiendo las estrellas!”, exclamó el monje benedictino en el siglo XII. Ahora nos toca a nosotros darte una probadita de este espirituoso burbujeante, como dichas estrellas, cuya historia es digna de descubrirse.
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1.Fruto de un error
Pierre Pérignon no inventó las burbujas del vino, se pasó media vida evitándolas, y, al final, consiguió hacer el espumoso más popular del mundo.
En realidad, este monje, padre espiritual de la champaña, no buscaba crear un vino espumoso; sino innovar en la época y crear un blanco a partir de unas tintas. Así, pasó mucho tiempo en la búsqueda de la perfección en dicho arte, mientras evitaba las pieles y mezclaba diferentes espirituosos de diversos viñedos de la región.
El resultado fue un vino blanco al que le surgían burbujas en las botellas. ¿Cómo lo llamamos hoy? Champagne.
2.Sólo vintage
La marca de champaña que en la actualidad lleva su nombre y que es líder en el mercado, solamente dispone de bebidas vintage y mezcladas -esto está bien especificado en su Manifiesto-. Únicamente las mejores uvas son seleccionadas y transformadas en una reinterpretación única del carácter de las temporadas. La firma siempre se reinventa al tomar riesgos, hasta el punto de negar añadas.
3.Valores arraigados
Si la fruta cosechada no satisface el criterio de Dom Pérignon Champagne, no hay vintage durante ese año. Esto es resultado de la visión tangible que caracteriza la Maison, una alianza entre intensidad, suavidad y madurez, valores que dan al vino el potencial para madurar con elegancia y flexibilidad.
La singularidad de las añadas de la Casa reside en su evolución, ya que no se produce de forma lineal ni constante, sino en una sucesión de ventanas de expresión.
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4.Temperatura correcta
La única temperatura considerada como perfecta y admisible para resguardar en bodegas las etiquetas de la firma es: 13ºC.
5.Dom Pèrignon Vintage 2006
Una creación digna de ser llamada ‘obra de arte’, parte de una cosecha muy especial. Es unna champaña aromática, con madurez, que ofrece un sabor persistente y un cuerpo entero de textura ancha con acidez refrescante. De la añada de 2006, está elaborada con tres uvas que resultan en la combinación perfecta: Chardonnay, Pinot Meunier y Pinot Noir, mismas que le dan un peso muy ligero y un final explosivo. Hoy es una añada icónica de la Casa.
6.Campaña P2 con Christoph Waltz
Dom Pérignon presentó “P2 Plénitude Deuxième. Deeper and beyond”, una campaña que exhibe su mundo, las sensaciones y la emociones íntimas e intensas que lo definen. Eligieron como imagen el actor ganador del Premio de la Academia Christoph Waltz, por su mensaje que transmite la ‘total plenitud’ que se siente al tomar el primer sorbo de champagne.